Huir de la ciudad para vivir en una granja basándose en los criterios del cultivo biológico y de la sostenibilidad medioambiental total; es un sueño para muchos pero John y Molly Chester se pusieron manos a la obra y lo hicieron realidad. Compraron un terreno abandonado de 200 hectáreas situado a unos 100 kilómetros de Los Ángeles que se encontraba en un estado de deterioro, ya que estaba destinado al monocultivo intensivo, y lo empezaron a cuidar siguiendo el concepto de diversidad.
Algo maravilloso pero en realidad muy duro. En el documental, rodado durante 8 años, se muestra la pareja en los momentos más emocionantes pero también luchando contra la sequía, las plagas, etc… Mi Gran Pequeña Granja es un himno a la necesidad de encontrar un equilibrio con la naturaleza, ejerciendo la capacidad de observación y siendo creativos a la hora de encontrar soluciones a nuevos problemas.
Hoy en día, Apricot Lane – así se llama la granja – cuenta con 850 animales y 75 variedades de cultivos biodinámicos; según el New York Times es “una lección alegre y convincente sobre la convivencia entre ser humano y naturaleza”.
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